domingo, 29 de agosto de 2010

El mio es más largo que el tuyo- Miguel Dorelo


El mío es más largo que el tuyo- Miguel Dorelo

Debido al auge de la no tan nueva aunque si evidentemente potenciada forma de escritura denominada por algunos micro-relatos, por otros mini-ficciones y un montón de otras formas que sumadas superarían largamente la cantidad de caracteres necesarios para ser encuadrados dentro del contexto, se ha generado, como no podía ser de otra manera, una polémica que en general pasa por tópicos tales como “ el micro –relato es más fácil de escribir y de leer” o en los extremos críticos de sus detractores “ cualquiera escribe una frase ingeniosa y cree que eso es literatura”.
Este blog , en realidad su autor y único responsable del contenido, como bien dice en su encabezado, no pretende dictar cátedra ni adueñarse de la verdad sobre este ni ningún otro tema, solo dar una opinión personal a modo de pedido de auxilio para encontrar algunas respuestas.
Empezaré, como para no escatimar responsabilidades por fijar mi posición sobre el tema en cuestión.
Leo y escribo mini-relatos o mini-ficciones (a veces son unos y a veces otros), me gusta leerlos y escribirlos. También leo y escribo cuentos de una mayor cantidad de palabras que no tendrían cabida en la especificación debido a este motivo. Me gusta leerlos y escribirlos. Leo novelas, no he escrito ninguna y, por supuesto, también me gusta leerlas.
Debido a mi mínima experiencia como escritor y a una mucha más larga experiencia como lector y de forma totalmente subjetiva, ya que voy a reafirmarme en mis gustos personales, voy a tratar de enumerar algunas diferencias entre los géneros adelantando que mis preferencias pasan por el cuento en desmedro del micro-relato (a partir de este momento si usted se siente ofendido de alguna forma puede abandonar la lectura de este pretendido análisis). Mis motivos o pruebas del delito: he leído excelentes minis, los he promocionado inclusive en una revista impresa de la que soy el editor, los seguiré leyendo y escribiendo, pero mis mayores satisfacciones de un lado y del otro del mostrador han pasado por soslayarse y explayarse en tal cantidad de palabras que cualquier amante fiel del micro-relato les resultaría obsceno. Entrando en detalles más puntuales: desde la escritura, me gusta muchísimo crear un clima que vaya in-crescendo, elaborar o ir dando vida mis personajes y aunque esto, dirán del otro lado, se puede lograr con la complicidad del lector aún en muchos menos caracteres, le encuentro dos fallas principales a este argumento. Primero, creo que el trabajo, la mano, el talento o no del que escribe no debe auto-limitarse forzando el reemplazo de palabras para generar un relato que debe estar directamente ceñido a su acotado margen de caracteres. A modo de ejemplo: no es lo mismo decir en función de la fuerza de un relato “— ¡Te podés ir a la reputísima madre que te parió! —Y luego se marchó dejándolo sin posibilidades de respuesta”, que “lo insultó y se marchó”. Solo lo haré cuando crea que sea el momento adecuado.
Con respecto a los personajes me pasa exactamente lo mismo, con el agravante de que en la micro-ficción no solo suele limitarse en la descripción de los mismos sino que por lo general son limitadísimas en el número de ellos. Nuevamente se cargará demasiada responsabilidad en el lector para que ellos mismos terminen elaborándolos. Si escribo sobre una señora que está sola y triste y que le gustaría encontrar a alguien que la acompañe siento la necesidad de tomarme todas las palabras que me parezcan necesarias para reflejar (crear el clima, nuevamente) ese estado de ánimo en mi personaje; ya que va estar en mi relato, es mi manera de respetarlo y darle la importancia que me merece.
Mi conclusión final y acotada, sería que el micro-relato se auto-limita conscientemente y no es el modo adecuado para encarar algunos tópicos que necesitan imperiosamente de otras herramientas.
Solo espero que se comprenda la buena intención de este seudo-análisis y nadie se sienta atacado por estas palabras, especialmente muchos de mis amigos y colegas escritores muy apegados al ahorro de palabras, algunos de los cuales ya han evidenciado darme algún poquito de razón encarando proyectos en que el acumulamiento de caracteres les han hecho salirse del género y generado algunas hermosas obras que serán denominadas “cuentos” mal que les pese.
Si sienten la imperiosa necesidad de refutar o hasta insultar al escriba, no se queden con las ganas, de todo algo bueno saldrá, aquí no hay moderación de comentarios y los caracteres son libres.

viernes, 13 de agosto de 2010

Ponerse en la piel del otro- Miguel Dorelo


Ponerse en la piel del otro- Miguel Dorelo

Casi todos aquellos que de alguna u otra forma, simples aficionados, o como profesionales, volcamos nuestras inquietudes, tratamos de transmitir algo o simplemente emitimos nuestra opinión por medio de la palabra, nos resulta complicado ser objetivos, esto es si al término lo entendemos como una manera de mantener la distancia necesaria para que nuestra forma de pensar o nuestros ideales no influya demasiado en la concepción y/o calificación de aquello que pretendemos analizar o simplemente comentar. Llevado esto a la escritura de ficción, repito, sea esto de manera profesional o como en mi caso, aficionada, me lleva a preguntarme y preguntarles, si es posible, conveniente o incluso necesario que aquello que "vive" muy dentro de nuestra mente, que forma parte de nuestro modo de ser y manejarnos en la vida, debe dejarse de lado al sentarnos a redactar un cuento , una novela o una poesía, en suma, como digo en el título "ponerse en la piel del otro".
"Ser" un asesino serial, no escribir sobre un asesino serial, "ser" un santo, no redactar algo sobre un santo, "ser" de izquierda y reflejarlo, y en otro cuento "ser" de derecha y hacer lo mismo. A veces ser una dulce y bondadosa persona, en otras un reverendo hijo de puta. Ser esperanzador y ser apocalíptico. Ser un hombre, ser una mujer, ser un anciano y ser un niño.
Alguno que esté leyendo esto y que tenga o haya tenido la inquietud de transformar en palabras escritas una idea o un argumento , que lo ha plasmado en su blog, publicado en una página profesional o ha logrado que llegue a la imprenta y haya sido editado en forma de libro o revista, dirá que es de lo que se trata, pero ha lo que me refiero es dejar totalmente la subjetividad de lado ( si esto fuera posible), ya que si esto fuera lo habitual como suele creerse, no habría, por ejemplo, escritores catalogados como de izquierda o de derecha, como progresistas o conservadores.
Personalmente creo que esto, dejar de lado nuestro propio yo al momento de escribir, es un buen ejercicio, y que ser un poco cada cosa un cada relato que encaremos y escribirlo desde un punto de vista que va a contramano de nuestra propia visión ideológica, nos enriquece como escritores y como personas. A muchos otros les parecerá que es mucho mejor el método inverso: poner toda nuestra idiosincrasia a favor de la escritura, potenciarnos en algún personaje, recalcar nuestros ideales, que las situaciones y los personajes de nuestras historias dejen bien en claro quienes somos y que opinamos sobre tal o cual situación. Personalmente me inclino a pensar que esto es un error en el que muchas veces he caído: el lector debe identificarse con los personajes o la trama y en lo posible “creer” en ellos. Cuando el autor está demasiado presente es cuando se generan “guetos de lectura” y se suele caer en peligrosos hábitos de “lecturas por autor”, que aunque no sea del todo malo limita esa apasionante aventura de investigación o búsqueda de nuevas formas ( de escritura o lectura) que a la larga, si es bien aprovechada, resultará en mejores escritores y lectores.

Este comentario ha sido escrito de la forma más objetiva que pude. Seguramente tendré que practicar y mejorar, ya que mucha subjetividad se debe haber colado, aún sin mi consentimiento.

Muchas gracias por su atención.

domingo, 8 de agosto de 2010

Nacido para la escritura- Miguel Dorelo

Casi en un todo de acuerdo con las palabras de Clarise Lispector.
Rompamos el hielo e inauguremos el blog: ¿Ustedes por qué o para qué escriben?

(...) nací para escribir. La palabra es mi dominio sobre el mundo. Tuve desde la infancia varias vocaciones que me llamaban ardientemente. Una de las vocaciones era escribir. Y no sé por qué, fue esta la que seguí. Tal vez porque para las otras vocaciones necesitaría un largo aprendizaje, mientras que para escribir el aprendizaje es la propia vida viviéndose en nosotros y nuestro alrededor. Es que no sé estudiar. Y, para escribir, el único estudio es justamente escribir. Me adiestré desde los siete años para tener un día la lengua en mi poder. Y no obstante, cada vez que voy a escribir, es como si fuera la primera vez. Cada libro mío es un estreno penoso y feliz. Esa capacidad de renovarme toda, a medida que el tiempo pasa, es lo que yo llamo vivir y escribir.
Clarice Lispector